Efectos Colaterales
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9 mayo, 2022
Columna escrita por Eliseu T. Climent y publicada en la revista Vèrtex, de la Federació d'Entitats Excursionistes de Catalunya (FEEC)
Escribo esta columna desde las montañas de Castelló. Siempre vuelvo, a la serra Espadà, cuando tengo algunos días. Allí aprendí, literalmente, a andar, y por sus caminos empecé a correr y a pedalear cuando era poco más que un adolescente.
La serra Espadà configura una geografía abrupta y compleja, de valles profundos y de barrancos estrechos; de cima acantilados (probablemente, de ahí el topónimo) y de tierra rojiza, y de una red riquísima de caminos que unen cada uno de sus pueblos. Aquí y allá, aparecen, repentinamente, trincheras. Son zanjas de la Guerra Civil. De pequeños, las explorábamos con el objetivo de localizar restos de la presencia militar.
Poble abandonat de Jinquer (© Manel)
Los mayores nos hablaban de la contienda sin demasiados detalles y nosotros, los niños, grabábamos la conversación, intentando imaginar aquella realidad pasada. Trincheras, hay por todas partes. El pueblo está rodeado y a pocas horas de camino se despliegan las de la Rápita y las de los Orgues; las del Gurugú, las de la cima del Espadà y las del puntal del Aljub. Fueron posiciones estratégicas inexpugnables. Discretas y camufladas, controlaban los pasos entre Teruel y la costa.
Han pasado décadas y las trincheras siguen ahí, intactas, sepultadas ahora por la zarza invasiva. Me interesé hace unos años; quería saber más. Estos puntos de observación y de defensa corresponden a la llamada Línea XYZ del ejército republicano, que se extendía desde las montañas de Cuenca hasta el Mediterráneo, pasando por la sierra de Javalambre y recorriendo de cabeza a cabeza la serra Espadà. El objetivo de esta estructura defensiva era detener a las tropas franquistas en su marcha hacia Valencia. Los republicanos se mantuvieron firmes durante un año y medio; y la guerra finalizó antes de que los nacionales hubieran podido atravesar el invento del general Matallana. Hoy el extenso patrimonio militar forma parte del relato propio de estas montañas. Tapado, ignorado en la mayoría de casos, se ha vuelto casi invisible a los ojos del forastero y sin demasiada importancia para los habitantes de la zona. Sin embargo, añade contenido a la narración de la sierra, a la vez que la erige en un verdadero espacio de la memoria.
Los paisajes de la serra Espadà, como todo paisaje, construyen un discurso genuino que los hace únicos. Un discurso que se estructura como una imagen de síntesis, donde la información está ordenada por capas superpuestas y simultáneas. En el paisaje, se mezclan capas temporales y también temáticas que asean los elementos naturales y culturales, los gestos del ser humano para adaptarse y sobrevivir en el territorio, y los testimonios históricos. Todos se dan cita en un aquí y ahora, en un espacio geográfico concreto y en un momento preciso. Todos estos elementos confluyen a la vez en la retina del espectador. El discurso de un paisaje será más rico en matices cuanto más capas activas posea, cuantos más elementos participen, pero también cuanto más lúcidos y conscientes seamos nosotros, lectores del territorio. La contemplación del paisaje es, inevitablemente, sintética; aporta una visión de conjunto. Mantenemos, sin embargo, la mirada alerta a los detalles que nos gritan, incluso los más ínfimos: captarlos nos da la clave para entender qué fue ese lugar ayer, qué es hoy y cuál puede ser el futuro que le espera.
RECOMENDACIÓN BIBLIOGRÁFICA