Elogio de los caminos, un texto sugestivo
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26 marzo, 2021
Columna escrita por Eliseu T. Climent y publicada en la revista Vèrtex, de la Federació d'Entitats Excursionistes de Catalunya (FEEC)
Transitar por caminos que poseen una significación histórica me traslada a los episodios que allí sucedieron. No puedo abstraerme ni del contexto ni mucho menos de las condiciones que vivieron sus protagonistas. Caminar, tanto como correr, por estos caminos históricos me permite viajar en el tiempo e imaginar las penurias y esfuerzos de aquella gente. La mente afila los sentidos tan sólo de pensar que estoy pisando la misma tierra de quien los empleó para huir, invadir, comerciar o peregrinar.
Y a la mirada le reclamo, también, un esfuerzo singular. Como si se tratara de una cámara subjetiva, registra los pasos desde la perspectiva del transeúnte primigenio. Me traslada, una vez más, a su época; me pongo en su piel y me pregunto cómo sería ir vestido, bajo qué condiciones avanzaba y cuantos kilómetros hacía al día; como debía percibir el esfuerzo físico y mental a lo largo de su viaje, o que debía comer. Era otro andar, uno que casi ya no conocemos, el de la supervivencia. Aquella gente caminaba como salvación, huyendo o empujada por la necesidad de comprar y vender más allá de su pueblo. Caminaba por necesidad y no por placer, caminaba para ganarse el cielo, por codicia o por ansia de poder.
Las masías hoy abandonadas al pie del camino seguro que proveían alimento y daban cobijo. Las vías y caminos canalizaban una movilidad humana recurrente o puntual, cuando se daba el caso. Las peregrinaciones y romerías ordenaban el calendario anual. En cambio, por las vías romanas quien transitaba no lo hacía por motivos espirituales sino más bien por comercio o por exigencias militares. Imagínese llegar al collado de PANISSARS, encima del PERTÚS, desde el norte por la vía DOMITIA y continuar rumbo al sur por la AUGUSTA. Al viajero le esperaba un largo trayecto no exento de peligros por este ancestral corredor mediterráneo. Su destino era BARCINO o TARRACO, si es que no continuaba hacia tierras de CASTELLÓN y VALENCIA.
Y hace casi ochenta años los presidentes COMPANYS y AZAÑA, y el lehendakari vasco JOSÉ ANTONIO AGIRRE LEKUBE tuvieron que exiliarse a FRANCIA en 1939 atravesando a pie el collado de LLI. En la otra vertiente del PIRINEO, en LES ILLES, los esperaba la gendarmería para conducirlos a un campo de internamiento. Eran los primeros días de febrero, hacía ya un mes que miles de personas huían del franquismo hacia el país vecino. En tres meses, entre enero y marzo, se calcula que 500.000 personas cruzaron la frontera. No quiero ni pensar el río de gente caminando por el margen de las carreteras del collado costero de BELITRES o del collado de ARES. ¿Soplaba tramontana en la costa? ¿La nieve castigó aquellos que optaron por los pasos de montaña?.
¿Qué ha quedado en la actualidad de este y de tantos otros episodios de la historia que han dejado su rastro en forma de caminos? Bien poca cosa. La memoria colectiva se afana en rescatar a base de señalizar espacios y de organizar recorridos. Los caminos de la historia se han convertido en nuestros días una atracción pedestre y un recurso turístico con ecos de tiempos pretéritos. Caminemoslos con conciencia, al menos, como homenaje a aquella gente que los sufrió. Sólo así comprenderemos mejor de dónde venimos y dónde estamos hoy.
RECOMENDACIÓN BIBLIOGRÁFICA