Cavall Bernat de Llaberia. (840 m)
29 febrero, 2020Hablemos de leer
13 abril, 2020
Columna escrita por Jokin Azketa
Nos acostumbramos a todo, incluso a que el destino -o la casualidad- jugueteen con nosotros como con títeres. Somos así, tenemos una idea demasiado simple de las cosas, miramos para otro lado, esbozamos una sonrisa y decimos que la vida es como es y no le damos más vueltas...
En febrero del 2.019, TOM BALLARD y DANIELE NARDI murieron intentando alcanzar la cumbre del Nanga Parbat por el arriesgado espolón que lleva el nombre de Albert Mummery -el padre del estilo alpino- que desapareció en esta montaña junto a los gurkas Ragobir y Gomar Sing, en la que se tiene por la primera tentativa de escalar una montaña de más de ocho mil metros. Hablamos del lejano 1.895.
En 1.995, la prestigiosa ALISON HARGREAVES pereció junto a otros seis alpinistas mientras descendían de la cumbre del K-2 en medio de una terrorífica tormenta. ALISON era la madre de TOM BALLARD, ambos eran alpinistas excepcionales, puede que heterodoxos, pero sin duda fuera de serie. Vivieron -y tal vez también murieron- ajenos a polémicas y reconocimientos y con un sólido interés que hacía palidecer a todos los demás: escalar montañas.
Madre e hijo corrieron las misma suerte y el destino les unió para siempre en las laderas heladas del Karakorum, rodeados por una intrincada red de glaciares y de picos afilados que sobresalen airosos entre ellos.
Pero esto no es todo. UNSOELD es un apellido bien conocido en la historia del alpinismo. WILLI, subió al Everest en el 63, con la primera expedición norteamericana. Enamorado del Himalaya, hizo el doble propósito de escalar el Nanda Devi y de que, si tenía una hija, le pondría por nombre el de esa montaña.
Y en septiembre de 1.976, NANDA DEVI UNSOELD, su padre WILLI y un grupo de fieles creyentes en el estilo alpino, fervientes defensores de la economía de medios, de la elegancia y la ligereza, se encontraban a los pies de la montaña.
ROSKELLEY, JIM STATES y LOU REICHARDT consiguieron la cumbre el día 1. Los UNSOELD quedaron en el segundo grupo y se vieron obligados a descansar cuando tuvieron opciones de cumbre, porque NANDA DEVI ya se encontraba mal. Después les atrapó una tormenta, ella fue empeorando -parece ser que por un edema pulmonar- hasta que el día 8 falleció entre los cuidados y los intentos desesperados de su padre por salvarla.
Entonces, en lo que creo que es un de los homenajes más hermosos y terribles que se le pueden rendir a una alpinista, el propio WILLI, PETE LEV y ANDI HARVARD, cerraron el saco en el que se encontraba el cadáver y, poniendo los tres a la vez sus manos dulcemente sobre él, lo dejaron resbalar por la cara norte, para que encontrara reposo -y una tumba- a los pies de la montaña que le prestó el nombre a cambio de la vida.
WILLI UNSOELD murió tres años después, atrapado por una avalancha en el monte Rainier. Su esposa le puso como epitafio unos versos de MARY ELIZABETH FRYE que encogen el corazón al tiempo que ensalzan la esperanza y la inmortalidad.
Mientras escribo esto, imagino a los cuatro: un padre, una madre, un hijo y una hija alejándose hacia un fondo profundamente blanco, que tal vez sea nieve. La imagen no aclara si alguno de ellos se siente afectado por ser víctima de la mala fortuna o, por el contrario, todos están satisfechos por haberse acercado a sus sueños...
RECOMENDACIÓN BIBLIOGRÁFICA
2 Comments
Kaixo Jokin, estos dos capítulos de historia alpinística siempre me han sobrecogido sobremanera sobretodo (je je qué triplete…) sobretodo, digo, el de Nanda Devi…. que da la sensación determinista de quien no hace (el padre) sino lo que el destino le empuja inexorablemente a hacer. Amor de montaña, amor de hija… dolor inconmensurable provocado por ese otro amor de montaña inconmensurable -al menos en cuanto a belleza-
Inmediatamente me ha recordado a esa «Oración a Iñaki» (Otxoa) que escribió su padre Iñaki «Desormais» y de la que transcribo la última parte que me parece un compendio de dolores reconcentrados hechos poesía que ni por asomo nos dan la idea del desgarro que un padre sufre en la muerte de su hijo… pero, al menos, nos aproxima a ese sentimiento…
Fortificado en cumbres de ámbar y respeto
no dio a la desventura opción más llana que morir fuera de catálogo.
Quédense a medias todas las cantidades de la vida, mejor así, pues todo fue tan bueno.
Fuera peor haber probado cualquier migaja de los daños sucios que esparce el mundo a ciegas.
Quien te mató devastó nuestro refugio.
Moriremos de llanto igual que asesinados
pero es dulce no saber del asesino.
Así sea
UN ABRAZO ENORME JOKIN
Sí, sin duda la historia de Nanda Devi Unsoeld, envuelta en la tragedia de los sucesos que parecen estar escritos de antemano y determinados, resulta estremecedora.
También la de Tom Ballard.
En cualquier caso, comparto contigo las palabras dedicadas a nuestro querido Iñaki por su padre y creo que no tiene que haber palabras para la pérdida de un hijo, algo de lo que seguramente nadie pueda recuperarse ya nunca.
Abrazos enormes también para ti Koldo.