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El Refugio

Publicat per / Publicado por Eliseu T. Climent at 28 junio, 2020
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Columna escrita por Eliseu T. Climent i publicada en la revista Vèrtex, de la Federació d'Entitats Excursionistes de Catalunya (FEEC)

Refugium significa eso mismo, la acción de huir atrás (re-fugium), de buscar un lugar al abrigo de peligros y de adversidades. Una fuga, una evasión con el único objetivo de la salvación de cuerpo y alma.

Y es así como hay que entender el refugio de montaña, un espacio acogedor y de acogida; un espacio consistente y frágil al mismo tiempo, a medio camino entre la naturaleza y el cobijo, un umbral mediante el que entablamos una singular relación de permeabilidad entre ambos mundos. El refugio, al igual que la cabaña, protege, pero ni mucho menos salva; uno se está, pero no se instala. Convierte en el espacio mínimo necesario para que un nómada se sedentearice temporalmente. La cabaña y el refugio no se habitan, son transitorios en su esencia, porque habitar proviene de hábito, que es el que impone un hogar.

El-Refugi-01-G

Hay quien ha buscado en esta vivienda mínima un lugar de retiro y de austeridad, de proximidad espiritual, física y emocional con la naturaleza. De nombres, no faltan en el mundo de las letras que se hayan refugiado en una cabaña: JACK LONDON, en el Yukon; HENRI-DAVID THOREAU, a las afueras del Lago Walden, en Vermont; y más próximo y actual, el italiano PAOLO COGNETTI, autor de "Le otto montagne, novela traducida y publicada en catalán en 2018, donde explica su experiencia en un rincón de altitud del Valle de Aosta.

No obstante, estos refugios son en buena medida refugio psíquico, como también lo son algunos paisajes que actúan como tales. Cada uno posee uno de predilecto que frecuenta periódicamente, si no a diario, y donde encuentra el calor de un espacio acogedor, de un hogar más mental que físico. Son espacios reconfortantes en medio del silencio, o no lejos del ruido de las áreas metropolitanas. Son espacios personales e intransferibles, íntimos, capaces de transmitir seguridad y sosiego a quien capta su energía. En ellos, el habitante experimenta un desfase espacial y temporal, mediante el cual conecta con él mismo. Estos paisajes-refugio, que fueron analizados en profundidad en una excelente jornada organizada por el Observatorio del Paisaje de Cataluña, emergen de la nada, allí donde la mirada y las emociones de quien es sensible los escoge. Pueden darse en un rincón de un parque urbano o en una plaza tranquila, al pie de una fuente, o en medio de un bosque. Y, como no, sobre una cima.

El-Refugi-02-G

Los metropolitanos y urbanitas los necesitamos como el pan que nos comemos, al menos los que tenemos la naturaleza y las montañas como referentes. Hay quien intenta, intentamos, fugarse de la urbe de manera recurrente. Entre estos, los ciclistas que coronan una y otra vez el Tibidabo, en Barcelona. Allí arriba, se detienen. Tan sólo unos minutos asomados sobre la gran ciudad, sienten el privilegio de estar dentro y fuera de plano. Aquel espacio temporal de contemplación, pienso cuando los veo, debe ser su refugio diario, un lapso de abstracción que los eleva por encima de la realidad enloquecida de la ciudad, de los líos de trabajo, de las preocupaciones familiares y de las personales. Un instante sólo de desconexión del presente, ese vacío que proporciona el tiempo parado; unos segundos de conexión con ellos mismos antes de emprender el camino de bajada a toda velocidad. La ciudad los espera para volver a vestirlos de individuos del asfalto, con el estrés y la tensión como motores de la propia existencia.

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RECOMENDACIÓN BIBLIOGRÁFICA

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Eliseu T. Climent
Eliseu T. Climent

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